Es curioso arrancar a escribir la crónica de un NO maratón con la misma emoción con la que lo
escribiría una maratoniana que por primera vez cruza esa deseada meta. Y ahora entiendo que
no se trata sólo de 42.195 metros recorridos el día de la prueba. Un maratón son 42Km de
aprendizaje por cada zancada (real o metafórica) que se da durante los meses de duro
entrenamiento.
En mi caso, he alcanzado mi objetivo lesionada y sin llegar a correr la maratón. ¿Cómo? Si me
lo llegan a contar hace 5 meses… No me lo hubiese creído:
Volví del verano totalmente perdida después de un viaje que me dejó dada la vuelta cual
calcetín usado. Una sensación de haber perdido el timón que ni yo misma comprendía, con
una pérdida de identidad algo preocupante y una incertidumbre absoluta por no saber qué
podría hacer para mejorar cuanto antes mi estado de ánimo sin salir corriendo… Algo a lo que
no estaba acostumbrada. Un sopapo a mi confort del día a día en toda regla, vamos.
Unas semanas después de mi vuelta a Madrid, el 261 Women’s Marathon se cruza en mi
camino. Casualidades de la vida, me presentan el proyecto cuando aún se estaba casi gestando
y me enamoré por completo de él, de su historia, de su movimiento y de la ilusión con la que
me hablaban del evento, era perfecto y perfecta era su fecha: 30 de Marzo, a las puertas del
próximo verano. Lo tuve claro, quería formar parte del 261WM.
Sin embargo, no pudo ser, esa oportunidad de pertenecer al proyecto del 261WM terminó por
ser sólo una primera ilusión. Aún así, tuvieron el detallazo de invitarme a la presentación oficial
del evento y allí pude ponerle cara y cuerpo a quien estaba detrás de todo esto: la mismísima
Kathrine Switzer, la mujer que en 1967 hizo historia por el running femenino en la Maratón de
Boston, la primera mujer en cruzar la meta con dorsal tras recorrer esos 42km.
GRACIAS Kathrine.
Ojiplática ante tal mujer, la puñetera fecha no dejaba de dar vueltas alrededor de mi cerebro…
30 de Marzo… 30 de Marzo… 30 de Marzo… sentía que esa oportunidad de agarrarme a algo
que me hiciera pasar los meses de invierno concentrada en un proyecto que realmente me
apasionaba, se acababa de esfumar y con ella, mi ilusión.
Fue en ese momento cuando se me encendió la bombilla y allí mismo, rodeada de
profesionales del running y escuchando las palabras motivadoras de Kathrine, tuve la mejor
idea que podría haber tenido: si Mahoma no va a la montaña, La Merluza va a Mahoma… ¡Ea!
Decidido, quiero correr mi primer MARATÓN.
Esa misma tarde me puse en contacto con Chiqui de Personal Running. Hay algo primordial a la
hora de abarcar un objetivo tan ambicioso y es que nunca, nunca, se debe hacer por cuenta
propia. La experiencia de un profesional será la que haga que tu objetivo se cumpla como se
debe hacer acorde a tu estado físico, mental y a tus condiciones en general. Yo sin duda, no
pude elegir mejor, son la repera.
Llevo corriendo muchos años, de hecho no recuerdo ni la primera vez que me até unos
cordones y no quiero ni saber de qué tipo de zapatillas se trataba… (vete tú a saber que lo
mismo eran ¡hasta unas Tórtola!). El caso es que siempre lo he hecho de manera natural, como
vía de escape porque me lo pedía mi cuerpo serrano, a lo tonto y a lo bobo sumaba ya unos
cuantos km en mis suelas pero, más allá de cuatro carreras 10K, esta Merluza no se había
propuesto nunca un objetivo tan… ¿serio?
Tenía fondo, resistencia, fuerza muscular, un par de ovarios del tamaño de un zeppelín y lo
más importante: una ilusión que me hacía ver claro que este Maratón me lo quería comer con
papas. Manos a la obra, comenzaba la cuenta atrás de la mano de mi trainer.
Microciclo1, microciclo2, microciclo3… pasaban las semanas y los entrenos de Chiqui empezaban a tener más enjundia y yo me sentía cada vez mejor con mi decisión. Me estaba convirtiendo en una auténtica YonkiRunner y lo mejor de todo: me molaba serlo.
Como a todo maratonista en potencia, hay un momento en el que se te presenta una señora muy fea que se hace llamar Duda. La muy jodía aparece cuando mejor lo estás haciendo y claro… te planteas mil cosas, incluso se te pasa por la cabeza ese “¿Qué carajo hace una mindundi como yo metida en todo esto?” Y es ahí cuando el papel del trainer es crucial. Un buen trainer no solo está para enviarte cada lunes el planning perfecto para tus condiciones físicas y adaptado a tu objetivo. Un buen trainer está para darte ese apoyo psicológico y ese aliento que no sabes por qué, pero que de repente se te hace tan necesario como el comer. Es ahí cuando realmente se establece el lazo entre trainer – runner y sin él no hay tándem. Gracias Chiqui por hacerme el camino tan fácil.
Yo que siempre ando escribiendo mis tontunas y experiencias, no veía una mejor oportunidad de participar en el concurso que contando por qué decidí prepararme la maratón, aunque no le interesase ni a Peter. Pero así hice, escribí, envié y a probar suerte.
Y vaya si probé… Mi historia resultó ser la 3ª más votada gracias al apoyo de amigos, familiares, la familia de Personal Running y hasta desconocidos que se volcaron sabiendo lo que para mí significaba formar parte del 261WM. Y el 4 de febrero recibí la noticia: “Estimada Mer Luza, el jurado de Runner’s World y 261WM han decidido que seas tú la que protagonice la imagen del maratón… “ ¡¿Whaaaat?!
No daba crédito, ¿en serio? ¡¿De entre un centenar de tremendas historias de todas las runners han elegido la mía?! Nunca podré dar suficientemente las GRACIAS.
Sesión de fotos divertidísima y ¡Tarán! Merluza con cara de pocos amigos defendiendo el lema del 261WM: “We know about challenge”
Yeeeah!
Ya iba todo rodado. Entrenaba atopérrimo, como si no hubiese nada más que hacer en el día, programaba mi semana en función de mis entrenos, disfrutaba del esfuerzo y de ver de lo que era capaz de sacrificar sin esfuerzo para no saltarme ni un entreno, tenía el objetivo claro y sentía que lo estaba consiguiendo. Pura satisfacción runnera cascabelera. A todo esto se sumaba la ilusión de ser la cara del maratón que me hacía de alguna manera sentirme parte de éste proyecto, del proyecto de la gran Kathrine Switzer, no podía ser mayor honor para una futura maratoniana.
Y para colmo, cada día sentía más y más el apoyo y calor de mi gente, hasta el punto que mi hermana (la misma que hasta hace unos años no había hecho ni el huevo Kinder) decidió prepararse su primer 10K para acompañarme física y moralmente a Mallorca… eso es apoyo, eso es una Sistah. ¡Olé tú Li!
El día 9 de Febrero era clave para mi entrenamiento. Correría la Media Maratón de Fuencarral – El Pardo a modo de test para ver cómo iba la cosa en media distancia. Se despertó un día de lo más desapacible, diluvio universal, frío y un recorrido nada fácil (el día anterior me monté en mi Ford Kacafutti y me lo recorrí de cabo a rabo como buena freak, así por lo menos no me pilló de surprise tanta cuestecita, y léase con el mayor rintintín que se pueda). Lo tenía todo preparado. Estaba preparada.
Y sin embargo la cagué. Y mucho. O no…
En el km 6, mi rodilla izquierda (la misma que en alguna que otra tirada de 2 horas me había molestado al final del entreno) se puso tontorrona y me empezó a doler. Los siguientes 3 km cuesta abajo no ayudaron a que aquello se calmara y cada vez era más doloroso, pero como buena tozuda-novata no supe parar. Idiota de mí… ¿a quién pretendía yo demostrarle nada? Qué se yo… aún no tengo la repuesta, sólo sé que terminé los 21km y cuando crucé la meta, supe que me la había liado pero bien gorda, y yo solita. Bravo Mer.
A mes y medio de la fecha clave voy y me lesiono, pero bien lesionada. Rodilla izquierda para desguaces La Torre: cintilla iliotibial y tensor de la fascia lata para chopped. Y vaya si dio la lata…
Entre podólogo y especialistas varios, en dos semanas me habían tocado más esa pierna que en toda mi vida sin dar con la solución inmediata que mi rodilla necesitaba con urgencia, hasta que por fin doy con los magos de FISED (gracias de nuevo a Chiqui). En el momento en el que entré en su consulta me diagnosticaron claramente el llamado “síndrome del limpiaparabrisas” que es más o menos lo mismo que ya me venían diciendo el resto de especialistas, pero en
este caso ellos atajaron por lo sano: electroacupuntura. Sí, suena a musicote propio de la Fabrik y es tan doloroso como parece. Cuando me refería al término “YonkiRunner”, no quería decir que me molasen las agujas, pero me han clavado ya tantas que hasta pensé en cambiarme el nombre por el de Espinete.
Bromas aparte, la mejoría fue inmediata. Después de 3 semanas de continuo dolor, de despertarme cada día con la esperanza de que al plantar un pie en el suelo se hiciera el milagro, de angustia al ver que los días pasaban y el 30 de Marzo ya podía hasta olerlo, de estrés que me impedía sonreír, de tristeza, de síndrome de la yonki a la que le faltaba la droga: Me faltaba correr… Luchaba todos y cada uno de los días por lograrlo y por ser positiva. Lo lograría porque como bien dice mi padre, lo que manda el coco, lo sigue el cuerpo entero.
Por fin mi rodilla, empezaba a dejarme hacer vida normal. ¡Incluso podía bajar escaleras! ¡Yuhuuu! El 7 de marzo ya estaba preparada para testar el estado de la rodilla ¡corriendo! No me lo creía… volver a correr, ¡Aún estaba a tiempo de llegar al 261WM!
Estaba como una niña chica la noche antes de irse de excursión al zoo. Esperé las pautas de mi trainer como un polluelo muerto de hambre, recibí su mensaje y el entreno era Nivel… ¿Mi Madre?: 10’ andando ligero + 4 x (5’ trote suave + 2’ andando ligero)
¿Pero esto qué es, el aperitivo? No, era el entrenamiento de una lesionada en recuperación, había que tantear si esta mejoría era real o simplemente me permitía hacer vida normal (de no runner).
Me planté el atuendo runnero con la misma emoción que te pones monérrima para ir de bodorrio y me fui a mi querido Retiro.
Arranqué el trote. ¡Primera serie como la seda! ¡Yuhuuu!, descanso entre series y… Uhmm… algo empezó a no ser tan chachi. Primera zancada de la segunda serie y dolor en la rodilla izquierda. Parón. Retirada a casa y llorera monumental.
Los chicos de FISED me lo dijeron de la manera más delicada, y aunque yo ya me estaba haciendo a la idea, escucharlo hizo que prefiriera 34 agujas de electroacupuntura directas al corazón en lugar de estas palabras: “Mer, nos tenemos que olvidar de correr por un tiempo…”
Cada mes de preparación, cada kilómetro de entreno, cada madrugón, cada chaparrón, cada rodaje nocturno, cada expulsión forzosa del Retiro por cierre de puertas a última hora, cada risa de los rodajes en compañía de Javi, cada conversación telefónica con María durante los aburridos rodajes largos, cada subidón tras ver el resumen del Garmin después de los entrenos, cada palabra de orgullo de mi trainer después de una buena semana… Todo esto se me cayó de golpe al suelo con el mismo peso con el que caía sobre mis hombros la culpa por no haber sabido parar a tiempo aquel maldito día de la Media Maratón.
¿Y ahora qué?
Con la inscripción al maratón hecha, vuelos a Mallorca comprados, la cara de una Merluza representando al 261WM en la revista Runner’s, las marquesinas de Mallorca con la misma imagen y mi Sistah involucrada hasta las cejas entrenando para su 10k como muestra de apoyo a una torpe que ahora ni siquiera podría seguirle a ella los pasos… No podía tirar la toalla. Y decidí no hacerlo.
No poder correr los 42km no quería decir que tuviera que sacrificar y tirar a la basura todos los meses de preparación.
Un café con un buen amigo me hizo ver claro por qué debía de estar allí de cualquier manera, “No te preocupes, serás la Capitán América del 261WM”- me dijo – y tenía toda la razón. Hay veces que para formar parte de una batalla nos es necesario luchar con tus propios puños.
Empecé a disfrutar del aprendizaje de la lesión, de cada muestra de fortaleza y positivismo que puedes llegar a sacar cuando realmente crees en algo y ante todo, del incondicional apoyo que se siente de la gente que te quiere cuando más lo necesitas.
Unos días antes del día del Maratón me dieron la última y la más bonita sorpresa: El diseño de la camiseta oficial del maratón era mi silueta y dentro de ésta, la imagen de la gran Kathrine Switzer, ¡Buf!… Pero lo más rococó de todo esto fu que el diseñador es amigo mío y ninguno de los dos, y mucho menos la organización, sabíamos nada de esta casualidad! (hubiera dado oro por ver la pokerface que se le quedaría a él cuando abrió el archivo y vio el careto de una Merluza chunga). Una vez más las casualidades, el destino, o vete tú a saber qué, quisieron que estuviera con cada una de las corredoras y esta vez, bien cerquita. Me emocioné tanto que por fin entendí cuál era ahora mi papel en el 261 Woman’s Marathon: acompañar a cada una de las guerreras que cruzaran esa meta durante todo el recorrido y recordarles su lema “We know about challenge”
Tocaba sacarle brillo a mis mejores pompones para apoyar a cada una de ellas porque, otra cosa no, pero sabía bien lo que es prepararse un maratón y mis ánimos saldrían desde lo más profundo de mi corazón runnero para dar ese apoyo moral que es también parte fundamental de la prueba.
Llegó el momento de pisar tierras malloquinas. Nerviosa como cualquier futura maratoniana con la certeza de que viviría muchas emociones en ese fin de semana, y así fue… la primera en la frente: paseando por el Passeig marítim me cruzo con los organizadores del maratón y con ellos iba el mismísimo Martín Fiz (¡Oh!) que me sonríe como si me conociera. Nerviosita perdía me giro y ahí estaba detrás de mí, la foto de una Merluza del tamaño de Tachenco con el “We know about chalenge” en una marquesina. ¡Ay Mamá, qué fuerte! ¡Qué emoción, cuánto nerviosismo y vergüenza al mismo tiempo!
A partir de entonces todo fueron sorpresas y aprendizaje máximo. Conferencias de los más grandes del running escuchando las experiencias de Nuria Fernández y Martín Fiz, la experiencia de la Juana de Arco del running femenino actual Cristina Mitre y cómo no, la incombustible energía, dulzura y sabiduría de la persona por la que el 261WM se creó: Kathrine Swizter. Brutal.
Ya estaba todo preparado, mañana sería el gran día. Ese 30 de Marzo que llevaba tatuado desde hacía tanto tiempo.
Me desperté con mi hermana, para ayudarle con los últimos preparativos. Qué curioso, ella que hizo todo esto para apoyarme a mí, ahora era yo la que me veía tranquilizándola, ayudándole con los malditos imperdibles del dorsal y dándole consejos de última hora. Cómo cambian las cosas en un abrir y cerrar de ojos…
Todo ready y rumbo a la salida. Reconozco que soy la Srta. Drama Queen y aunque tenía ganas de llorar, no quería dramatizar y aguanté la emoción lo que pude. Dejé a la Sistah en el cajón de salida, me despedí de ella con la misma sonrisaza que lucía ella y me fui al otro lado de la salida para ver la carita de cada una de las corredoras esperando a dar esa primera zancada. No sé quién estaba más nerviosa si ellas, o yo.
Allí estaba también Javi y Eva, ambos han sido auténticos pilares durante esta aventura y Eva, que se lesionó al mismo tiempo que yo en plena preparación para el maratón, vivió como yo esa salida desde el otro lado de la barrera, con el corazón en un puño y preparadas para aplaudir, gritar a pleno pulmón y animar a las que ya eran más que campeonas sólo por enfrentarse a ese reto y además bajo una incesante lluvia que hizo que la prueba fuera más dura si cabe.
3,2,1… pistoletazo de salida. Daba comienzo oficialmente mi esperado 261 Women’s Marathon y entre lágrimas y piel de gallina entendí que era ahí donde debía estar, lesionada pero dejándome la voz y las manos aplaudiendo y sabiendo valorar casi en mis propias carnes lo que se siente arrancando tu primer maratón.
Pasé el resto de las 4 horas bajo la lluvia apoyando en los duros últimos metros y captando la felicidad de cada una de las finisher que ponía un pie en meta. Y allí estaba la maravillosa Kathrine, con sus 67 añazos bajo la lluvia, saltando entre los charcos para alcanzar a todas y cada una de ellas y recibirlas con el abrazo que se merecían. El corazón de esta mujer es inagotable, si ya la admiraba, ¡ahora me tiene loca!
Cada abrazo con la misma energía, de la primera a la última campeona, incluyendo a mi hermana. Ver a Li girar la última curva hacia la meta fue de lo más emocionante, ninguna de las corredoras sabían que Kathrine estaría allí para recibirlas y su cara… bueno su cara lo dice todo…
Ese abrazo, también fue mío.
A pesar de tantos sentimientos encontrados, no siento frustración. Hoy hace 3 días que he cruzado esa meta con cada una de las que el pasado 30 de Marzo lo hicieron, el 261WM me ha dado muchas alegrías pero sobre todo, sentir que estuve cerquita del corazón de todas ellas.
Cuando te preparas para una prueba tan ambiciosa como la de un maratón, sabes desde un principio que pueden suceder muchos contratiempos. Pero saberlo no es sinónimo de encajarlo cuando suceden. Yo me lesioné como el 90% de las personas que comienzan a plantearse retos más contundentes que una simple carrera, y hoy puedo decir que a esta lesión le debo mucho porque sin ella, sólo hubiese logrado alimentar mi ego runner al conseguir el objetivo sin haber sabido lo que es valorar a mi cuerpo que al fin y al cabo, es el que corre.
Recuerdo las palabras de Chiqui en un día de bajona: “cuando te recuperes, disfrutarás aún más de ese running que tanto te gusta, porque ahora sabes lo que es que este deporte te falte, y lo amarás más si cabe”. Qué sabio eres jodío…
Ahora sé escuchar a mi cuerpo.
Ahora sé distinguir entre dolor bueno y dolor malo.
Ahora sé lo importante que es parar a tiempo.
Ahora sé que la paciencia debe ir de la mano de la sensatez, porque puede que ya no sientas dolor, pero la recuperación total para un runner no es igual que para una persona que no realice deporte.
Ahora sé que mi objetivo, más que ser un reto deportivo, era un reto de bienestar y superación anímico-personal.
Ahora sé que he conseguido mi objetivo: estar bien con mi vida y conmigo y eso señores, se lo debo al running.
Ni más ni menos.
Hoy escribo la experiencia de mi NO maratón, con una sonrisa de oreja a oreja y volviendo a ver el vídeo que me presentaron el primer día resulta que ahí tenía todas las claves… y me acabo de dar cuenta.
GRACIAS por tanto 261WM.